Al grito de paz.


Viernes 2 de septiembre de 2011

Por: Alma Angelina Concepción Carbajal Guzmán.

aunque esta muerte sea

uno de los absurdos previsibles”

Mario Benedetti

“Hurrah! por fin ninguno es inocente”

Juan Gelman

Al grito de paz.

¿A quién corresponde?

La presente misiva no tiene más pretensión que alzar la voz de la conciencia. Me permito a su vez traer a valor presente los recuerdos más sagrados de mi infancia, ese rincón sagrado para muchos. en las noches de lluvia, truenos y relámpagos podía correr y meterme a la cama con mis papás. Esa dulce región no la expropiaba ni el alza internacional del precio del petróleo, ni mucho menos la devaluación del peso. Recuerdo aún los encabezados de los periódicos, siempre ajenos a mis preocupaciones de esa edad. En las calles acusaban a los medios de comunicación de no decir la verdad: ¡Vendidos! ¡Cochupo, entre el gobierno, la prensa, el narco (que para ese entonces era asunto de los hermanos Almada y los Tigres del Norte) y los industriales!

Ahora… qué infancia le toca vivir a mi hijo, en estos tiempos que el estira y afloja no se hace en lo oscurito, y a plena luz de día vemos decapitados, militares en las calles, bloqueos de carreteras, ajustes de cuenta entre cárteles, sin olvidar que las muertas de Juárez siguen alzando la mano desde lo profundo. ¡Claro! Ahora lo recuerdo bien, nos vendieron la idea de que ustedes son mejores. El pueblo sigue con hambre, no de sangre, no de justicia, tan sencillo como el instinto de tener algo en la panza, nosotros no comemos con macroeconomía.

Es claro que para que exista un conflicto se necesitan de dos, quizás esta frase de terapia familiar señale la realidad del país. Un sector del pueblo se ha desprendido de su parte humana y ha hecho de la violencia su negocio. Sería equivocado disculpar sus acciones diciendo que no tuvieron “oportunidades”, pero seamos realistas una cosa es robar para tragar y otra matar para tener lujos.

Hago una extensa invitación a estas personas que actúan con violencia a que dialoguen en nombre de esta nación que exige de ustedes responsabilidad de sus acciones y pensamientos. Estamos hasta la madre de ver en las calles y en cada medio de comunicación como esta afrenta no tiene conclusión, al contrario se ha ido incrementando absurdamente por cualquier motivo. La confianza ya no es una palabra que les quepa en la lengua, la han cercenado de raíz, de la poca humanidad que les hace ser unos individuos con la capacidad de actuar con inteligencia y buen juicio, pero nunca lo harán, están ciegos en un país en los que todos tenemos los ojos bien abiertos, sin embargo nos dejamos guiar por personas sin sentido común.

Por eso en esta carta me dirijo a mis hermanos, los que aún no nos hemos emputecido con la pretensión de estar pasando por encima de otros. Ellos no tiene solución pero el peor de todos los crímenes es el de la omisión. El grito es por la paz, el silencio contribuye al oprobio de la guerra.

Por lo tanto corresponde a nosotros, una mayoría ajena a la guerra.

Queda a sus órdenes

El eslabón que necesita forjarse con la paz.

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