EL BAILE DE LA VICTORIA
SINOPSIS
Con la llegada de la
democracia, el presidente de Chile decreta una amnistía general para todos los
presos sin delitos de sangre.
Entre ellos se encuentran el
joven Ángel Santiago (Abel Ayala) y el veterano Vergara Grey (Ricardo Darín),
un famoso ladrón de cajas fuertes.
Sus planes no pueden ser más
opuestos. Mientras Vergara Grey sólo quiere recuperar a su familia y cambiar de
vida, Ángel sueña con vengarse del alcaide de la prisión y dar un gran golpe.
Pero en su camino se cruza
la joven Victoria (Miranda Bodenhöfer); las vidas de los tres sufren un cambio
total que les llevará a enfrentarse con un nuevo destino.
NOTAS DEL
DIRECTOR
No había
terminado de leer "El baile de la Victoria" y ya la estaba rodando
dentro de mi cabeza. Y eso que yo no leo novelas pensando en cine, ni buscando
historias que adaptar. Creo que lo que más me atrajo fueron, sobre todo, los
tres personajes principales. Quería pasar más tiempo con ellos. Me habían
enamorado.
Lo más
importante que tienen en común todas mis películas viene de la necesidad que
tengo de amar a los personajes. Nunca he sabido ni he querido hacer
películas sobre personajes que no me gustan, con los que no establezco una
relación afectiva.
También me
gustaba mucho la mezcla de géneros, algo que he practicado muy a menudo en mis
películas. Aquí también la tragedia, el humor, el romanticismo, el thriller ¡y hasta el western! coexistían de una forma
poética, armónica.
Aunque la
acción de la película podría haberse situado en cualquier país que ha salido de
una dictadura, desde el primer momento sentí que debía rodarla en Chile, en
Santiago. Quería conservar la geografía del libro de Skármeta. Veía mi película
como una historia de sentimientos desbocados, profundamente romántica, pero en
un escenario real. Quería que los personajes se movieran por la realidad para,
poco a poco, ir despegando y echar a volar.
Las primeras
versiones del guión las hice con Jonás, mi hijo. Él había escrito ya
varios guiones y me daba envidia que hubiera otros por ahí trabajando con
él y yo nunca lo hubiese hecho. La química fue perfecta. Él tenía la
edad del personaje joven y yo la del personaje maduro. Trabajamos en una gran
armonía, con gran entendimiento y nunca discutimos ni nada, lo pasamos muy
bien.
Después fui a
Santiago e hice una nueva versión con Antonio Skármeta, con especial
atención a los diálogos, para devolverle el lado chileno a todo lo
que nosotros hubiéramos podido “castellanizar”. Posteriormente
todavía Jonás y yo hicimos un par de versiones más hasta llegar a la
definitiva.
Pensé en
Ricardo Darín desde el principio, desde que estaba leyendo la novela. No sólo
era perfecto para el personaje, era también el actor con quien más ganas tenía
de trabajar. Cuando comenzamos el guión, el rostro de Vergara Grey era el de
Ricardo. E hice que el personaje fuera un ladrón argentino que sale de una
cárcel chilena porque quería hacer un traje a la medida a Ricardo.
Encontrar a
Ángel y Victoria fue más complejo. Hice castings en distintos países. A Abel, a
quien recordaba de su genial trabajo en "El Polaquito", lo acabé
encontrando en casa, pues estaba en San Sebastián viviendo y trabajando. Cuando
le vi, supe que había encontrado a Ángel. De hecho, él era más Ángel que lo que
estaba escrito en la novela o en el guión. Fue un milagro y no puedo ni
imaginar la película sin él. Creo que he tenido una suerte tremenda de
encontrarlo. Y trabajar con él ha sido un auténtico placer.
El personaje
de Victoria es el que más ha cambiado con respecto a la novela. Es una
total recreación, una reinvención, y ello afecta a toda la historia y a los
otros personajes, especialmente al de Ángel que es el que más se relaciona con
ella. Encontrar la "nueva" Victoria era un desafío y mi intuición me
decía que debía ser una bailarina.
Y entonces
pasó una cosa bastante mágica: antes de empezar el casting, cuando vine a
ver localizaciones a Chile, pasé por la escuela del Ballet Nacional en el
Teatro Municipal. Entre el grupo de bailarinas que estaban ensayando vi al
fondo a una cría de unos 16 años. La miré a lo lejos y pensé “esa es
Victoria”, pero como eso me parece en general una estupidez, me
"olvidé" de ella e hicimos el casting por toda una serie
de distintos países. Al final volví aquí e intenté localizar a aquella
chica que había visto. Le hice una prueba y vi que, efectivamente, aquella
chica que yo había visto, era Victoria, era “mi Victoria”: Miranda
Bodenhöfer. Y creo que no me he equivocado.
Una de las
cosas con las que estoy feliz es con los actores de esta película. Y no sólo
los protagonistas. He tenido la suerte de contar con una galería de actores
chilenos de primera clase: desde Julio Jung a Mariana Loyola, pasando por
Gloria Munchmeyer, Luis Dubó, Cata Saavedra, Catalina Guerra, Luís Gnecco, Sergio
Hernández, Gregory Cohen y Ernesto Malbrán. La escuela de actores chilenos es
asombrosa. Trabajar con ellos ha sido un privilegio.
A ellos añadí
una cómplice habitual, Ariadna Gil, el cubano Mario Guerra "Mayito",
con quién había disfrutado trabajando en mi proyecto de animación "Chico y
Rita", y a una auténtica grande de la danza, la brasileña mundial Marcia
Haydée.
Desde el
principio, le pregunté a Antonio si le gustaría hacer el personaje del
crítico Coppeta. Me parecía bonito que lo hiciera él y que, de alguna forma,
estuviera, físicamente, en la película. La sorpresa es que
no solamente lo ha hecho sino que ¡es muy buen actor! Es un papel
pequeñito pero hay que saberlo hacer, darle la expresión, la emoción... Me
recuerda a aquellos secundarios del cine americano clásico. Gracias,
Antonio.
Fernando Trueba
AUTOR:
ANTONIO SKÁRMETA
Escritor chileno nacido en
Antofagasta en 1940. Estudió teatro y filosofía. Fue traductor de Norman
Mailer. Su primera novela, Soñé que la
nieve ardía (1975), narra el golpe militar bajo la mirada candorosa de un
joven futbolista. Reside en Argentina y Berlín donde ejerce desde hace quince
años como profesor de guión cinematográfico. Vuelve a Chile, donde conduce la
premiada serie de tv El show de los
Libros. Ha sido profesor invitado en la Universidad de Saint Louis
(Missouri).
Con La chica del trombón (2001) obtuvo en Francia el Premio Médicis a
la mejor novela en lengua extranjera. Su novela Ardiente paciencia (1985) apareció sucesivamente como guión
radiofónico y cinematográfico, obra teatral y novela. El propio Skármeta rueda
la película en Portugal, premiada en los festivales de Huelva y Biarritz.
Adaptada y dirigida también por Michael Radford en 1994 y ya con el título de El cartero y Pablo Neruda, la película obtuvo
5 nominaciones a los Premios Óscar, obteniendo el de Mejor Banda Sonora.
Con El baile de la Victoria, ganó en 2003 el Premio Planeta. Una historia sobre la amistad, el delito y el
amor en el Chile contemporáneo.
NOTAS DEL AUTOR
Fernando Trueba tiene un modo tan preciso como
delicioso para involucrarse en una novela de la cuál le gustaría hacer un film.
Dice que “la ve”.
Esto es exactamente lo que sucedió con “El Baile de la
Victoria”.
La leyó y la “vio”.
Con mi experiencia de autor que ha visto algunas de sus
obras llevadas al cine hoy sé que esto es lo fundamental y maravilloso en un
film: respetar la visión y –muchas veces – la conmoción que el futuro director
ha tenido con tu obra.
De allí que el método de trabajo que propuse para
trabajar en la adaptación es que Fernando y su hijo Jonás escribieran una versión inicial del
guión donde se decantara toda la
espontaneidad de lo que Fernando “veía” y luego participaría yo en la
elaboración de ese guión, no como comisario que
está allí para vigilar que el director no se aparte del texto sino para
completar con una “re-visión” lo que Fernando “veía”.
Así cuando se escribió la primera versión del guión en
Madrid yo trabajé la segunda versión en Santiago: pero ya no sobre mi novela,
sino sobre el guión de Fernando.
Confieso desde ya que ir
luego juntos los dos sobre cada escena y diálogo fue una de las experiencias
más hermosas de creación y creciente amistad que me ha regalado la vida. En
este proceso entendí lo que Trueba quería decir con “ver”: comunica imágenes
“completas” donde no falta un concepto de la luz que tendrá la escena, del
gesto de los actores, del ángulo de la cámara, y sobre todo, de la música, la
bendita música que hacía que ambos nos sintiéramos personajes de un film que YA
tenía sonido.
En esto Trueba es fantástico y se confirmó al trabajar
con él la admiración que siempre había sentido por sus películas de ficción o
documentales: a su espontaneidad une una cultura cinematográfica tan inmensa,
tan en la punta de los dedos y la lengua, que es capaz de hacerte “ver” lo que
piensa hacer con la escena ilustrándote
con referencias a momentos de cientos de películas: “que esto de Billy Wilder,
que lo otro de Truffaut, que esto de
Sica, etc”.
Es dueño de una múltiple energía y logra de sus
colaboradores una rápida adhesión: quien se deja fascinar por el magnífico
espectáculo de la vida y su gente, seguro que también es capaz de fascinar a
los espectadores.
“El Baile de la Victoria” comienza a rodarse en Chile
esta semana. Un invernal Santiago con su cordillera nevada nos contempla y
acaso protege. Trueba ha elegido a sus actores con total certeza, dueño de su
soberana decisión. Sé que algunos de ellos circulan por la ciudad desde hace
días ya metidos dentro del personaje aun antes de que se empiece a rodar.
Cuando el director diga “acción” seguro que se sentirán en casa.
Justo hoy, cuando estoy escribiendo esta líneas, llega
el correo con un paquete que contiene la edición en griego de “El Baile de la
Victoria”. La coloco en el estante donde guardo mi obra y compruebo que con
ésta la novela alcanza un total de quince idiomas. Nada especial, dirá usted.
Pero sí para mí: justo quince era el número de traducciones que tenía mi obra “El Cartero de Neruda” antes de que
Michael Radford hiciera el film.
Antonio Skármeta - Julio 2008
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