Razones del Corazón


RESEÑA CRÍTICA de MILENIO III HENÁNDEZ

Al ver una película de Arturo Ripstein uno tiene la sensación de experimentar una pesadilla citadina. De estar sujeto a un entorno hostil donde no se puede escapar sino aguantar la situación de ser agobiado por los oscuros recovecos de lámina y hormigón rodeados de gente ingrata presas de la vida sedentaria de un  México Sórdido, desgraciado y Maltrecho. 

Es por eso el ojo volátil de Ripstein es siempre la huella del espectador atrapado en ese sueño. Una mirada en cuyos imperceptibles planos secuencia explora el semblante corporal deteriorado de Emilia (Arcelia Ramirez) tendido entre cama y mecedora mientras murmura todas esas calumnias causantes de su infelicidad, la hija que nunca supo cuidar bien, el marido meloso y fracasado (Plutarco Haza) el que no le supo cumplir capricho y la portera amargada (Patricia Reyes Espíndola) que supone intermediario entre lo único que le causa un ápice de felicidad; Nicolas (Vladimir Cruz) un saxofonista bohemio que será el motor de sus desventuras  así como su inminente caída hacia la autodestrucción provocada posteriormente por un despiadado embargo. 

Aderezado con un matices de humor negro con diálogos que desprenden la idiosincrasia muy estilo Ripsteniano pero ahora con rasgos de jerga y lenguaje coloquial actual. Siendo también un relato proclive a las negatividad y el pesimismo hogareño y conyugal, la película cumple certeramente en representar la soledad y las interna como principio de las tribulaciones emocionales. Sin embargo, la monotonía y la falta de cambios en el estado perpetuo de amargura de la protagonista hacen que por momentos la cinta se haga más espesa, pesada y lenta para algunos. 

En conclusión, Las Razones del Corazón es un retrato muy agudo de la desgraciadez humana en los rincones actuales, en el que Ripstein caricaturiza el alma vacía de la humanidad con una precisión y una sobriedad narrativa superior a sus anteriores película filmadas en con cámaras digitales. Todo aquel que la experimente en la sala de cine quedará afectado por sabor amargo y duro de picardía la infelicidad de la vida. No apta para espectadores que buscan divertimento y  sensaciones e ideas suicidas y deprimentes.






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