En seguida, dos comentarios acerca del proyecto y el trabajo de María Eugenia Jiménez Melo
¿Qué se hizo Puebla, frente al espejo, en diez años?
En un vuelco tecnológico, se digitalizó.
Ayer llamaba al módem de la UDLAP para conectarse a internet; hoy lo tiene hasta en el Zócalo con un clic.
Terminó de ponerse prótesis en el Paseo de San Francisco para ganar varias estrellas.
Se desbordó hacia todos lados fuera del Periférico y clonó miles de fachadas en fraccionamientos horizontales de ángulos rectos.
Proyectó hacia el cielo departamentos, locales y oficinas en torres de moda. No es que haya olvidado colorearlos; se sumó a la estética de gris cemento que dicta la globalización. Se adaptó tanto a los tiempos de líneas rectas que dejó olvidadas las grecas y las improvisaciones y los caprichos barrocos.
Pero no hizo algo diferente al resto de las ciudades del mundo. Vista con mirada de aviador la silueta de Puebla se confunde con la de cualquier otra ciudad del mundo.
Incapaz de conformarme con este reflejo, traigo lentes de aumento, microscopio; saco incluso un catalejo para encontrar la sustancia, la esencia, la personalidad de esta ciudad de pasado abigarrado de color y de movimiento.
En diez años miré, investigué, me alejé, reencontré y desentrañé, desde sus colores y grecas y mapas a la Puebla, la poblanería, la poblentidad. En algunas excursiones, me alié con artistas que viven y trabajan en este mismo lugar.
Aquí está mi bitácora de viaje. Una década de medir el pulso y de explorar.
Dulce Liz Moreno/ María Eugenia Jiménez
La historia de amor entre María Eugenia y Puebla tiene poco más de 13,522 disímiles días. Se abatió varias veces. Ahora revive de nuevo. Hoy no busca el orden en la ciudad Puebla-Babel. Busca no provocar. Repasa la falta de límites o de un sentido común y en nuevas superficies reinscribe la esencia del angelical mestizaje. De la memoria. Del fin de la utopía. De los hilos invisibles que unen por instantes un ser viviente con otro y se destruyen Busca una nueva posibilidad, aquella que se aprecie desde los volcanes. También, a la bondad conciente, al crimen encubierto. La artista se maravilla con el altruismo de los “Rostros” sin anonimato y pinta, entre las cúpulas y los plafones su nueva pos-identidad.
Diana Jaramillo / Alejandra Dávila Sazn
Actualmente María Eugenia se dedica de lleno a la producción de nuevas obras, a continuar en el desarrollo de su pos-identidad y a dar clases de pintura. Es posible ver su trabajo en
http://www.facebook.com/#!/pages/Maria-Eugenia-Jimenez/107285322652033?ref=sgm
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